Adán y Eva (1530). Cranach El Viejo. |
El
tópico del locus amoenus, ya desde su
instalación definitiva en la literatura latina, presupone la representación de
un paraje natural aislado, sereno y protegido, propicio tanto para el
descanso como para el goce. Su tradición se remonta la descripción que se hace
en la Odisea de la gruta de Calypso y
del jardín de Alcínoo, y incluye innumerables variaciones, entre los que
contamos los parajes que acogen los amores pastoriles de las églogas de
Virgilio o los versos de Garcilaso que apelan con ánimo puro y contento a las
bondades del paraje natural:
Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en
ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras
querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno
De
entre las variadísimas reinvenciones del tópico que hasta hoy actualizan estos
espacios idealizados de tranquilidad y bienestar, no podemos desestimar
aquellas que despliegan algunas etiquetas del vino chileno en el momento de
presentar el terroir de producción de sus cosechas. En efecto, la descripción de las
características del terroir muchas veces es reforzada o francamente reemplazada
por su representación metafórica o indirecta, más llamativa para el consumidor
chileno, que, en general, aún está poco informado de su importancia como factor en la producción
del vino que elige. El terroir como un locus
amoenus, como un espacio natural deshabitado cuyas atmósfera las vides
habrían logrado incorporar, constituye una de estas formas de presentación
metafórica, como ocurre, por ejemplo, en Emoción
de Starry Night (un vino que hemos revisado ya), en cuya contraetiqueta se
incluye que “[e]n esta botella va el resultado del trabajo puesto
por la familia para obtener un vino que encierra la esencia de aires y agua
puras, de bosques nativos y de su fauna.”. De la misma viña, Starry Night
(Noche estrellada, 2011), declara poseer “4 hectáreas de Syrah, muy cerca de
300 hectareas de bosque nativo e irrigado por
manantiales”, además de los inspiradores cielos estrellados que dieron el nombre al vino.
manantiales”, además de los inspiradores cielos estrellados que dieron el nombre al vino.
Si bien posee algunos problemas de redacción, hay un ejemplo más preciso que nos puede ayudar a comprender la función de esta transposición metafórica. Es de Días de Verano, de Miguel Torres, en cuya contraetiqueta leemos:
La suave
y fresca brisa del Océano Pacífico que se mezcla en nuestro rostro con los
magníficos rayos de sol, característicos de la época de verano, nos recuerdan
alegres experiencias del pasado, las que acompañadas de la variedad Muscat,
uvas milenarias traídas por los españoles del valle de Itata durante la
Conquista, nos permiten revivir momentos especiales e inolvidables, que solo en
los Días de Verano se pueden tener.
En
el texto de la contraetiqueta se mezclan en forma confusa, pero hábil, las
alusiones al terroir con la promesa de una determinada experiencia de consumo
marcada por la vivencia de un locus
amoenus: no solo “magníficos rayos de sol”, “suave y fresca brisa” y “época
de verano” sino la recuperación y el recuerdo de “momentos especiales e inolvidables”. El locus amoenus se vuelve un tópico que análoga subrepticiamente una cierta
representación del terroir y también del momento de consumo del vino deseado.
La efectividad de dicha aplicación de un tema aparentemente tan antiguo y visitado
lo hace objeto de actualizaciones no solo textuales sino visuales, que podrá
constatar cualquier buen observador. Bastenos revisar, por ejemplo, la portada
de la página de facebook de Viña Morandé, en que se analogan hábilmente el
terroir de proveniencia del vino con su presentación ya en la copa.
Réstame
decir que, frente a la evidencia de la efectividad de este tópico clásico en un
terreno textual y visual tan inesperado, no podemos dejar de trasladar a los
discursos del vino aquella sentencia que Borges asociaba a la literatura
universal, cuando la definía como la eterna repetición de un puñado de temas
que eran objeto de una continua reescritura. Sólo en lo que respecta al locus amoenus, queda una buena cantidad de
ejemplos interesantes que revisar. Pero eso ya será objeto de las siguientes
notas.