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sábado, 30 de enero de 2016

DESCRIPCIONES DE COLECCION

Posted by Unknown On 3:50 p.m.




















"Ayer me describieron un vino así:", me escribió mi amiga Ale Romo hace solo un par de horas, "No sé qué decir, es como un beso infinito". Me contó que el vino en cuestión era un ejemplar mendocino que va a salir en unos meses más, y que la descripción era femenina: la persona besada por el vino era mujer. Yo estaba y estoy muy lejos de Mendoza, en Londres, pero obviamente opinaba (antes de que ella concordara conmigo, sin que alcanzara a preguntarle) que había que ir en busca de ese vino. Había que saber qué crestas era lo que tenía, que podía darle besos a sus bebedores. Rato más tarde, me di cuenta de que el mensaje de la Ale me había dejado algo intranquila, o incómoda, como cuando hay algo que está ligeramente fuera de lugar. Revisándolo después entendí que me había llamado la atención porque ella me había contado la descripción en presente, como si hubiese estado ahí, presenciando la cata y el beso. 

Más allá de esos desfases temporales y de la obvia posibilidad de que la Ale hubiera adaptado, o mejor dicho embellecido, la sentencia original, su historia fue justa porque gatilló un recuerdo que de no ser por su mensaje habría dejado pasar. A mi también me habían descrito, ayer, un vino. Un amigo había tomado, para navidad, un Chateaux Margaux de 1928, que era el vino más antiguo que hubiese probado nunca. "¿Y estaba todavía vivo?", le pregunté. "Todavía abría un ojo", me dijo, "Era un vino delgado y ligerísimo, casi como un borgoña. Nadie le encontró mucha gracia, opinaron que era plano, pero yo pensé que era como si una gran orquesta estuviera tocando bajito, bajito, y que era cuestión de estar atento para escucharla". Obviamente, convenimos, era probable que él no hubiera podido escuchar la orquesta si no hubiera sabido que el vino era de 1928, que tenía una historia para contar. No me quedó otra que recomendarle el cuento de Roald Dahl, "La cata" (Tasting), del que por lo demás tengo que escribir más temprano que tarde. Le conté que el relato es una historia sobre una cata a ciegas, y que tiene todo que ver con las descripciones memorables de los vinos. Dahl describe al insoportable "wine connoisseur" Richard Pratt de la siguiente manera: "cuando hablaba de vinos, tenía la curiosa y bastante peculiar costumbre de referirse a ellos como si fueran un ser vivo. 'Un vino prudente', decía, 'Algo tímido y evasivo, pero bastante prudente'. O: 'Un vino alegre, benévolo y jovial, un punto obsceno quizás, pero en cualquier caso alegre".

"Al final, cuando te hablan de un vino así dan mucho más ganas de probar que cuando la descripción es técnica", me escribía la Ale después de contarme la historia del vino mendocino (obviamente ya había empezado a mover los hilos para conseguir el apasionado ejemplar). Me habría encantado, a mi también, probar el Chateaux Margaux de 1928, poder escuchar la orquesta tocando pianissimo desde el final de la copa. Recuerdo que cuando empecé a estudiar de vinos (hace no mucho tiempo) los descriptores más técnicos tenían en mí el efecto de un idioma desconocido, que parece maravilloso, sonoro y sugerente. Pero ahora que estoy más familiarizada con ese lenguaje, concuerdo: la descripción técnica muchas veces nos impide singularizar, homogeneiza y corre el riesgo de volverse un catálogo de metáforas fijas y medio muertas. Describir bien un vino, iluminando su carácter particular, requiere de un talento especial. Y pide, también, un vino singular: un vino que se te imponga, cualquiera que sean sus características. Hace tiempo que pienso, por lo mismo, que sería genial hacer una colección de estas descripciones vinícolas que te hacen querer correr a probar los vinos apalabrados. Los lectores suelen ser más tímidos que los bebedores, por eso apelo a estos últimos, para que ojalá comenten, más abajo, si han escuchado alguna descripción de un vino que les haya parecido interesante o memorable. En el mejor de los casos, me van a ayudar a aumentar mi feliz colección.



martes, 19 de enero de 2016

THE HANGOVER

Posted by Unknown On 3:03 p.m.


Me encontré con el libro ilustrado "The hangover" ("La caña") en un bar de Londres, justo cuando estaba al frente a una copa de burbujas. El papá del bartender había tenido la consideración de regalárselo, y él parecía encantado de mostrarle a todos los comensales el negro panorama que los amenazaba de quedarse hincando los codos en la barra. Faltaban en ese entonces algo menos de dos semanas para navidad, y como se me ocurría que más de algún amigo se sentiría interpelado hasta las lágrimas por el libraco, partí a conseguirlo. No fue difícil. "The hangover" estaba a toda vista en las sucursales de la cadena de librerías más grande de Londres. El libro formaba parte de una colección de pequeñas ediciones ilustradas llamada "Ladybird", que constaba de títulos como "The shed" (el galpón), "Dating" (tener una cita), "The wife" (la esposa), "The husband" (el esposo), "The mid-life crisis" (quizás equivalente a "la crisis de los 40") y "The hipster". Con todo, parecía evidente que "La caña" era el título central y más vendido en la colección, y que, por lo tanto, tocaba un tema profundamente relevante para la cultura británica. Tanto así que a alguien le pareció necesario romper el incómodo silencio en torno a ella y, aún más, ilustrarla. 

El libro comienza engañando al lector, presentándose como una guía didáctica para la superación de la caña y la entrega de tips para evitarla. Pero a medida de que se avanza en la lectura, "The hangover" se transforma en una serie de escenas inconexas vividas por encañados, y probablemente escritas por una persona con una profunda caña. No piensen mal. Contrariamente a lo que creeríamos, el libro se dedica a barrer con nuestros prejuicios y a mostrarnos que la caña es un estado maravillosamente creativo y deseable. Las razones que sus páginas enumeran son, entre otras, las siguientes:


(1) La caña nos hace percibir el mundo de una forma novedosa. Abre nuestros sentidos y nuestra mente.




"Qué confuso puede parecer el mundo cuando tienes caña.

Siéntate tan quieto como puedas. No intentes tomar ninguna decisión.

Mira afuera de la ventana. ¿Puedes reconocer formas o colores simples? ¿Están la luna o el sol en el cielo? ¿Qué tipo de nombre sería el tuyo? ¿Donde podría haber tocino?"





(2) La caña nos hace ser previsores.



"Prepara un kit the primeros auxilios para la caña que incluya un plátano y un vaso de agua, y ponlos al lado de tu cama antes de salir a tomar.

Cuando te levantes al día siguiente, completamente vestido, podrás mirar el vaso y el plátano sin tocar y preguntarte quién los dejó ahí, y por qué"






(3) Después de que el vino nos ayudó a aguzar la vista, el olfato, el gusto y el tacto, la caña aguza nuestro oído.


"La mañana después de consumir alcohol, podrás percibir que estás más sensible al ruido.

De hecho, algunas personas pueden "ver" los sonidos. Es casi como que si tomar te diera superpoderes!!

Mientras el efecto comience a desaparecer, recuerda, no tienes que escapar del sonido de los pájaros, ni agacharte cuando alguien diga tu nombre"




(4) Los famosos también han tenido caña.

"Winston Churchill fue el primer ministro de Inglaterra desde 1940 hasta 1945, y de nuevo desde 1951 a 1955.  Lideró el Almirantazgo en la Gran Guerra, ganó el premio Nobel de Literatura, y llevó a los Aliados a derrotar a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.

Churchill tuvo una caña persistente desde 1892 hasta 1965, cuando murió.

Churchill no se rindió jamás."





(5) La caña nos hace ahorrar tiempo.


"Susan se levantó al lado de una copa llena de vino. La había dejado al lado de su cama por si le daba sed en la noche.

Ahora Susan no sabe de quién era el departamento en el que estuvo o dónde podría estar la estación más cercana.

Al menos está vestida apropiadamente en caso de que se encuentre otra fiesta en el camino de vuelta a casa"





(6) La caña nos hace sensibles a las necesidades de los animales






"El gato te está juzgando.

Levántate del piso.

Y (por favor), ponte tu ropa interior".








(7) En caso de persistir en ella, la caña puede llegar a volverse un jubiloso estado del alma.


"Para la gente joven, los síntomas de la caña son principalmente físicos.

Estás desanimado, te duele la cabeza, quieres comer sin razón aparente, y pasas mucho tiempo en el baño. 

Para la gente mayor, esto es perfectamente normal. Entonces, para ellos la caña es más espiritual"







Fuente: Hazeley, J.A and J.P. Morris. The hangover. Loughborough, Ladybird Books, 2015