Bien
sabido es que el vino nos hace hablar, y a veces hablar más de la cuenta. Y
bien sabido es que algunos se han dado a una tarea que no queda muy lejos de
aquella: hablar sobre vinos. Circula
el lugar común de que hablar sobre vinos es un gesto siútico, arribista y
rayano en la charlatanería, y no dudo que efectivamente muchos de nosotros nos
habremos topado a algún personaje desagradable que intentó impresionarnos
estirando su nariz sobre la copa y elaborando un discurso pomposo e
incomprensible. Lo cierto es que, al margen de las descartables opiniones
anteriores, el vino ha sido y seguirá siendo fuente inagotable del decir. El
vino provoca el discurso—lo ha provocado desde antes de que los poetas griegos
le cantasen—, y la experiencia de beberlo, tanto sea si lo hacemos hablando del vino cómo desde el vino, pone siempre de relevancia los vínculos entre decir
y percibir.
Este
blog está destinado a explorar y difundir estos decires del vino: no solo poemas y otras calañas
literarias, sino también etiquetas, contraetiquetas y toda habladuría vinícola
digna de apalabrarse.
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