Mi marcador de libros (en la foto, a la
derecha) me lo regalaron Cristián y Julia antes de irme de Londres, básicamente
porque era lo único que, a esas alturas, cabía en mi sobrecargada maleta. Al anverso,
Cris había dibujado dos haces de pequeños círculos dorados que se escapaban
hacia los extremos del cartón, delineando algo así como la figura de un reloj
de arena que se extendía de una a otra punta del marcador. Cuando les pregunté qué
significaban las esferas, me contaron que eran burbujas de espumoso, porque
claro, “a ti te encanta el espumoso” (quién lo diría). Me pregunté en ese
momento por qué habrían llevado el espumoso a mis libros, creando una confluencia que pese a todas las letras vertidas en este blog todavía me parecía extraña o quizás "demasiado seca".
Con el tiempo, me pregunté otras cosas. Por
ejemplo, nunca me contaron qué fue lo que motivó su decisión de dibujarlos no
con forma de copa, pero de dos copas invertidas o—como me gustaba pensar—de un
reloj de arena lleno de burbujas. Un reloj inusual o rebelde, considerando que
las burbujas viajan no hacia el extremo en que se cierra el embudo, sino hacia
afuera, “tiempo arriba” o al contrario del tiempo. Un reloj de arena burbujeado
que, de existir, podría—paradójicamente—sacarnos del tiempo, situarnos “al
centro de la danza”, como escribiera alguna vez Eliot.
Tener un reloj de arena en medio de un libro
nos recuerda, al regresar a sus páginas, que cada vez que volvemos a él hemos
envejecido. El libro es un espejo del paso del tiempo que hace que nunca
volvamos a leer de la misma manera. La copa de espumoso, por otra parte,
podría ser otro símbolo posible del tempus
fugit, como las flores, cuya belleza dura solo mientras duren sus burbujas.
Se toma espumoso sabiendo que desde que
se abre la botella se echa a andar el tiempo que acabará con él, y que hará que en unas horas su sabor y aroma se
hayan perdido o transformado irremediablemente. Una copa burbujeada dura quizás
aún menos que una flor.
Sin embargo, el tiempo del espumoso va al
contrario al tiempo: se escapa al revés, hacia afuera del reloj implícito,
haciendo de cada trago una edad plena y detenida. Como el marcador que retiene
del libro la página más verdadera, cada nueva copa de burbujas (ligera y
transparente, alta como un reloj o como una mujer) es una nueva juventud, de la
que podremos, por suerte, no despedirnos nunca, hasta la próxima vez
que se aparezca.
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