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lunes, 1 de septiembre de 2014

LA PROPUESTA DE HERU

Posted by Unknown On 3:17 p.m.

Francisco de Goya, "Duendecitos", 
Los Caprichos (1799)

“Al duende hay que despertarlo en 
las últimas habitaciones de la sangre”
Federico García Lorca, Teoría y juego del duende.

Según dice la tradición (que no yo), cuando se toma vino hay como un duende que, dentro de uno, se despierta. No es un duende suave o infantil, sino un pequeño irritable, hilarante e incontrolable, como los peores niños que quién sabe por qué disfrutan a rayando paredes o pinchando neumáticos, o como los demonios de las pesadillas que oprimen el estómago del soñador. “En cada boca alumbrando / andan los duendes del vino” escribe el mendocino Pocho Sosa sobre los duendes hablaores, que “iluminan” la lengua y que en las noches de amigos se ponen a bailar:

El sueño de los racimos
sueña con sol y verano
y en un país trasnochado
bailan los duendes del vino

Este sueño del trasnoche, o bien aquello que Federico García Lorca—también citando—llamaría “aquel poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica” es uno que no mata como el del duende verde, sino que envuelve de a poquito, porque el duende del vino es camaleónico y más persuasivo, y toma su color a veces en momentos inesperados. Para Goya, por ejemplo, los duendecitos eran en realidad los curas y los frailes, que ocultos beben a costa de los demás y que dejan para sí sus vasos de vino.

Los duendes del vino de Liniers dan un giro a la tradición: dejaron el campo y sus garrafas, estudiaron para sommelier y se vinieron a tomar delicados sorbitos en français. Tienen gorros puntiagudos porque tienen ideas largas, que deben atrapar para que no se les escapen de su cabeza tan pequeña. Son estilosos, viven en pareja y hacen formas con sus ropas. Los duendes-musas de Liniers tienen, en suma, “mejor cabeza”: se les sale el duende de las palabras, ese que hace del tomar una delicada fiesta verbal:




Intente Ud. juntar dos palabras y hacer una pareja de vocablos rastreable; por ejemplo, vino y amarillo, vino y lámparas, vino y ranas, vino y Bob Dylan, vino y duende, vino y Dios. Una pequeña búsqueda le demostrará que existe tradición para todo, especialmente tratándose de vino. Para aportar a esa tradición con solidez, ingenio e inventiva no se necesita mucho más que un poco de investigación y (eso sí) una ligera cuota de duende. El lector decidirá cuanto de eso nos falta, y de qué cepa sería el duende, si tuviera.



"Herú es un duendecillo, que según cuenta la leyenda, merodeaba nuestros viñedos en Casablanca y resguardaba la cosecha como su tesoro más preciado" (Ventisquero, Herú Pïnot Noir 2011) 




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