Si hubiese un borracho tan inteligente,
sensible y lúdico como Borges—y me temo que los hay, sin duda—quizá podría
haber dicho que el paraíso no es una biblioteca sino que una fantástica cava o
una gran tienda de vinos. Claro: la cava de una (al menos la mía) siempre es humilde
y reducida, pero a la tienda de vinos podemos entrar sin permiso, ensoñarnos en
la idea de nuestra propia colección ideal, si es que pudiéramos tener una tan bien
nutrida. De hecho, reconozco que con las tiendas de vino y con las bibliotecas
ajenas me pasa lo mismo que cuando chica me pasaba con las tiendas de útiles
escolares, y me imaginaba cómo sería tener todos esos lápices, papeles,
pinturas y libretas en mi casa, todo el año, sin que se agotaran nunca. La
tienda de vino, cuando es buena, debiera invitarte a imaginar tu propia cava
idílica, infinita e inmortal, paradisíaca.
Escribo esto porque, por alguna
de estas muchas casualidades de la vida, me vi irremediablemente forzada a
visitar las principales tiendas de vino en Londres. Muchas de ellas me gustaron,
pero algunas pocas me encantaron especialmente, por lo que quise escribir sobre
ellas. No se equivoque: esta no es una guía para recorrer tiendas de vino en este
gran pueblo. Si es Ud. de una revista y esa nota le interesa se la redacto inmediatamente.
Pero esta entrada tiene menos que ver con las tiendas de vino en Londres--que, recordemos, es el gran importador de vinos en el mundo--que con sus equivalentes chilenas.
La primera tienda que amé, la más
borgeana, se abrió hace solo tres años y lleva por apelativo Hedonism (Hedonismo), un nombre que le queda perfecto. La verdad es que ni siquiera sé cómo partir
hablando sobre ella, porque me queda grande antes de haber dicho una palabra. Su dueño es un ruso que no
sabía en qué gastar su fortuna y decidió, hace tres años, instalar en Londres una tienda de vinos colosal. Después de recorrer otros locales en la ciudad,
pensó que ninguno lo satisfacía, que le era desagradable ir tienda por tienda
buscando uno a uno los ejemplares que particularmente le interesaban. Quería
poder encontrar todos los vinos del mundo en un solo lugar. Entonces, ¡fácil!,
compró en Mayfair cuatro locales consecutivos e hizo de ellos una tienda de
vinos enorme que tiene ejemplares de todo el mundo. En datos: 6.000 variedades
de vinos y 2.000 variedades de espirituosos.
Lo más espectacular de Hedonism es la disposición espacial de
la tienda, que no solo es gigante, pero está pensada para replicarse a sí
misma, y volverse infinita. En el primer piso encontramos los vinos blancos y
espirituosos, además de toda clase de implementos maravillosos relacionados a
ellos (de decantadores y copas a libros y vinilos). Este primer piso es el más
clásico y cool, tiene copas de vino colgando sobre la mirada de los clientes,
y las distintas tonalidades de los spirits y champagnes le dan el appeal de una
gran tienda boutique—de hecho los escaparates parecen estar destinados a joyas
más que a botellas, como dice una revista acá en UK.
No solo son estos los detalles. Considerando
que estamos en Halloween, Hedonism estaba “espeluznantemente” decorada con
muertos, cuervos y telarañas. La escalera estaba ambientada con hojas secas y ramas, y cuadros de los integrantes del staff vestidos como convictos colgaban por toda la tienda. De hecho, cuando llegúe, pensé que la estaban
arreglando, cuando la verdad es que la habían ambientado como la escena de un
crimen.
La configuración espacial de Hedonism, el manejo del detalle, la enorme colección y la cantidad de recovecos y lugares especiales que pueblan la tienda enfatizan la experiencia del vino como exploración, como encontrar lo que nadie conoce y lo que está escondido, como un viaje personal en busca del ejemplar más remoto e interesante. La tienda es un gran Aleph del vino mundial, que atmosféricamente te hace sentir lo inabarcable del recorrido, es un laberinto en el que uno puede fácilmente perderse buscando la botella más atípica o más perfecta de todas. De hecho, buena parte de la gente que viene regularmente dice encontrarse después de mucho tiempo con lugares de los que nunca antes se había dado cuenta.
Las tiendas de vino en Londres
pelean contra los supermercados, que controlan algo así como el 80% del mercado
en el país. Para ello, han desarrollado estrategias para hacer del vino una
experiencia, para acercarlo de otra manera al consumidor, y para poner en valor la
obra de los pequeños productores. Hedonism
no tiene ofertas ni descuentos, no se acerca las personas desde su bolsillo; en
cambio, las lleva a imaginar cavas infinitas e incluso imposibles. Claro, es la
tienda de un millonario, podría alegarme alguien. Sí, pero en Londres también
hay otras tiendas menos impresionantes y más humildes, de pequeños imaginativos
como tú o yo, que también me han volado la cabeza. Como ya he escrito lo
suficiente hoy, puedo decir que ellas serán motivo de las próximas notas.